Una obra de lo cotidiano
Hoy he pasado con el coche por el pueblo de la sierra madrileña de Valdemorillo y no he podido no pensar en la obra de teatro de Orlando que han cancelado desde la concejalía de cultura. Si bien la cultura parece que va a colocarse como tema central durante toda la campaña, hacía tiempo que el discurso de izquierdas había perdido la batalla. Para más Inri, Abascal ayer ha defendido que mientras que ellos tengan competencias culturales van a ejercerlas. ¿Traducción? VOX no miente.
Si aceptamos el reto de asumir que la cultura es debatible, hemos perdido. Desde el mundo del teatro se han empezado a movilizar para reaccionar frente a la ola de cancelaciones que se están empezando a producir en todos los ayuntamientos donde la derecha ha entrado (conviene no olvidar que el partido de verde es el brazo ejecutor de una ideología que ya existía tintada de azul). El problema respecto a la cultura es que pocos han entendido que es un lugar crucial donde se crean discursos y que por ello no es tanto un objeto de estudio como un lugar de acción. Desde hace años hemos aceptado que las series con tramas complejas y personajes poderosos se conviertan en las series más vistas de las plataformas. Los analistas, casi siempre grandes estudiosos de la política y con una cuestionable formación marxista, han preferido que las productoras traigan a los salones de nuestras casas a sujetos humanizados (donde los debates morales existen) de las altas esferas, echando a todos aquellos hombres anónimos que nos abrían las puertas de su casa: Manolo y Benito, Manolito gafotas, Farmacia de guardia, los camioneros… Se ha ganado complejidad de los personajes a cambio de invisibilizar a una gran masa que pierde la representación de unas vidas que, a menudo, no son tan simples como nos dicen.
Juan Diego Botto trajo “En los márgenes” a las salas de cine y nuevamente nos mostraba la dureza de ser uno de esos que nadie mira. En la cultura no se trata de contar la heroicidad de ser clase trabajadora (casi todo relato heroico esconde un gran argumento liberal de superación y esfuerzo), se trata de hablar de un día a día que no parece que vaya a cambiar mañana. Nos hablan del esfuerzo y olvidamos que Manolo y Benito se pasaban todos los días en la obra y que la idea del dinero (los sueños del inventor del gotelé) era la que siempre llevaba todo lo trabajado al traste. No hay que hablar de heroicidades, hay que hablar de los comunes… Huir de quienes nos dicen que hacen las cosas, para hablar de quienes las hacen.
Ellos quieren lo trágico, defendamos lo cotidiano.
Manuel Pérez Alcázar, 09/07/23